Tengo un nombre triste y un
apellido común, Elvira Fernández, que me
hacen neutra e invisible. Hoy, 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, podría
haber roto el silencio y salido del
ostracismo. Pero me da pereza. Estoy bien tras las bambalinas.
Prefiero que se me siga
conociendo como la mujer de Rajoy que por mis méritos, que los tengo. No me considero mujer florero pero hay muchos
que lo piensan. Soy la mujer del presidente de España y me escondo. El refugio del
anonimato me preserva de críticas hostiles.
Una periodista ha intentado definirme
con una enumeración de palabras que me dejan indiferente. Esto es lo que dice
de mi en su retrato infiel e inventado: “Quienes la conocen la describen como
una mujer educada, trabajadora, reservada, culta, inteligente, elegante, austera,
supervisora al milímetro, exquisita en el trato, cariñosa, sencilla pero
moderna”.
Todos los adjetivos que me echa encima, me suenan a un cruel epitafio más que a un dechado de virtudes. Y
es que hay mujeres que no saben reconocer a otras mujeres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario