Fundan nuevas empresas, capacitan a jóvenes reporteros y participan en juntas para cerrar la brecha dejada por la contracción de la industria. El Asheville Watchdog (perro guardián de Asheville) es una pequeña organización sin fines de lucro en el extremo occidental de Carolina del Norte. El proyecto se concretó en la terraza trasera de la casa compartida por el ejecutivo retirado de Tribune Publishing Co. Bob Gremillion y su esposa, la reportera de investigación Sally Kestin. Fue allí donde Kestin y Gremillion “conocieron a otros periodistas que habían venido aquí y cada vez que nos reuníamos, todos teníamos este tipo de suspiro pesado y deseábamos que hubiera más y mejor periodismo”, señala Kestin. “Hasta que alguien finalmente dijo: 'Oye, podemos hacer algo al respecto'”.
The Watchdog busca llenar el vacío dejado por la drástica reducción del
Asheville Citizen-Times, el periódico local propiedad de Gannett. Es
producido por un personal no remunerado de personas en su mayoría de 60 y 70
años que están jubilados de carreras distinguidas en The New York Times, Miami
Herald, Financial Times, Tribune Co. y NPR. Entre los dos han ganado o han
sido finalistas de seis premios Pulitzer.
Sus informaciones consiguen que víctimas recuperen sus casas o su dinero
En un serial, el medio denunció a un inversionista local de bienes
raíces y sus asociados por engañar a los propietarios negros y ancianos para
que entregaran las escrituras de sus propiedades por una fracción de su
valor. Como resultado, uno de los miembros de esa red ha sido arrestado por
41 delitos graves y otro por seis delitos graves. Varias víctimas
recuperaron sus casas o su dinero, y el serial ganó un premio al mejor
periodismo de investigación del Instituto de Noticias sin fines de lucro, un
premio National Headliner.
“Estas son historias que podrían
y deberían haber sido contadas hace muchos años, y simplemente no lo fueron”, reconoce
Kestin. “Había jueces en esta ciudad que sabían todo sobre estos negocios
de bienes raíces. Muchos otros abogados sabían lo que estaba
pasando. Y nadie hizo nada hasta que vinimos y lo expusimos”.
En lugar de mudarse a comunidades
de jubilados e instalarse junto a la piscina o jugar pickleball, los periodistas jubilados están entrando en vacíos de noticias en todo el país,
lanzando medios de comunicación locales y regionales o sirviendo en sus juntas,
asesorando a periodistas jóvenes, abogando por la libertad de prensa y continúan
reportando información que no está cubierta de otra manera. Muchos periodistas
jubilados comparten una frustración colectiva con el declive de la profesión en
la que desarrollaron carreras que se remontan a una época en la que las
organizaciones de medios estaban llenas de recursos e influencia.
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