Desde primeros de marzo una
presencia mortal nos acompaña: ha cambiado nuestros días y noches. Algunos
hasta han cambiado su forma de pensar. Esa presencia inmaterial al ojo humano
nos ha revuelto la vida. Ya nada será como antes. Y, por desgracia, ya se ha
instalado en el espíritu de los nacidos esta primavera que al abrir sus ojitos
no verán a sus padres, tal cual; sino a una pareja de emboscados con la sonrisa
torcida.
Desde esta primavera nos
hemos acostumbrado a escuchar el conteo de los muertos e infectados como si
fuera algo natural.
La mayoría de los ciudadanos
nos refugiamos en el mundo virtual creyendo que estamos a salvo pero es aquí
donde el mal bicho está presente todos los días. Nos han metido el miedo en el cuerpo e Internet lo expande.
Los aplausos de las 8 de
homenaje a sanitarios, policías y otros colectivos tuvieron un efecto
liberador. Debajo del estruendo sonoro de los primeros días se percibía un
grito inconsciente de auxilio unido a una liberación de endorfinas para
vaciarnos del estrés acumulado.
¿Cuándo saldremos? ¿Cuándo
saldremos? es el eco que dejaban algunas manos tibias después de tantos días de
confinamiento.
Sin esos aplausos la gente
se subiría por las paredes antes de saltar enloquecida a la calle.
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